jueves, 25 de marzo de 2010

LESBOS Y SAFO


La isla de Lesbos (griego Λέσβος, Lésvos) forma parte de una gran cobertura de islas cercanas a la costa de Turquía (en el mar Egeo). Su capital es Mitilene. Constituye junto con algunas islas menores la prefectura de Lesbos.

Es famosa por ser la patria de la poetisa de la antigüedad Safo, cuyos poemas describían su amor apasionado hacia sus compañeras, que dio origen al moderno término lesbianismo. Por otra parte, el gentilicio de los isleños en español es lesbio y lesbia.

Es la tercera isla más grande de Grecia (Creta y Eubea la superan) y la octava del Mediterráneo (Chipre, Córcega, Sicilia, Cerdeña y Mallorca, y las dos griegas la superan) con una superficie de 1.630 km² y 320 km perimetrales de costa. La población está cercana a los cien mil habitantes de los cuales más de un tercio viven en la capital Mitilene. Las ciudades principales aparte de la capital son Kalloni, Gera, Plomari, Ayassos, Ereso, y Molivos (antigua Metimna). Plomari y Molivos son centros turísticos junto con Ereso, muy visitada por ser el lugar de nacimiento de la poetisa Safo.

Pasó toda su vida en Lesbos, isla griega cercana a la costa de Asia Menor, con la excepción de un corto exilio en Siracusa (actual Sicilia) en el año 593 a. C., motivada por las luchas aristocráticas en las que probablemente se encontraba comprometida su familia perteneciente a la oligarquía local.[cita requerida]

Perteneció a una sociedad llamada Thiasos en donde se preparaba a las jóvenes para el matrimonio. Más adelante conforma la llamada "Casa de las servidoras de las Musas". Allí sus discípulas aprendían a recitar poesía, a cantarla, a confeccionar coronas y colgantes de flores, etc. A partir de sus poemas se suele deducir que Safo se enamoraba de sus discípulas y mantenía relaciones con muchas de ellas. Todo esto la ha convertido en un símbolo del amor entre mujeres. Y es más, estas afirmaciones son comprobadas en el fragmento 2D en donde Safo establece una conversación con la diosa con la que más se identifica y tiene relación, Afrodita. Esta le pide que le ayude con alguien a quien ama pero que no le ha querido prestar atención, y cuando Afrodita dice “…aún sin quererlo” utiliza un participio femenino: kouk ethéloisa, que refleja la existencia de un eros homosexual en la vida de esta poeta. Pero el amor que refleja Safo no fue dado a todas sus alumnas, no se trataba de una orgía ni mucho menos, ella amaba a una especial de su corazón y le enseñaba importantes lecciones sobre el Amor. La unión de lo terrenal con lo divino va muy ligado a Safo, pues esta mantenía una estrecha comunicación con Afrodita, como ya hemos dicho, lo cual repercutió de una manera notable en la personalidad de esta poeta. Podríamos describirla como una mujer muy femenina, delicada y espiritual, que trascendió en la Historia gracias a esa naturalidad y pureza de sus versos. Cuenta la leyenda surgida a partir de algún fragmento de la propia poeta en el que hace mención de Faón, un hombre bello del que se enamoró la propia diosa Afrodita según el mito, que se suicidó desde la roca de Léucade lanzándose al mar cuando su amor por Faón no se vio correspondido. Esta roca de la isla de Léucade era, al parecer, desde donde se lanzaban con frecuencia los enamorados para suicidarse. Otra versión afirma que Safo lo escribió como metáfora de una decepción amorosa que tuvo con una de sus amadas, ya que en uno de sus fragmentos se describe como alguien que ya ha llegado a la vejez "incapaz de amar". El tema fue retomado por el poeta latino Ovidio, que lo popularizó. En efecto, el poeta latino convirtió a Safo en una de sus Heroínas, como autora de una carta de amor dirigida a Faón. De todas las heroínas de Ovidio, Safo es la única mujer real, es el único caso en el que una mujer se convierte en personaje de ficción. Esta imagen de Safo atormentada por un amor no correspondido fue muy querida y representada por los grandes pintores europeos del s. XIX, que reflejan una visión romántica de Safo con el pelo largo, apoyada en la roca.

CRONOS


Cuenta la mitología, que antes de la creación del mundo existía el Caos, el agua, la tierra y el aire, o sea, los elementos que conforman al mundo estaban revueltos. Poco a poco estos elementos se fueron separando y se formó la Tierra y el Cielo.

En esta época el mundo, estaba poblado por divinidades terribles: los titanes y los cíclopes. Los titanes eran gigantes, con una extraordinaria fuerza, y los cíclopes eran seres salvajes con un sólo ojo en medio de la frente.

Sobre el universo reinaba Cronos o el Tiempo, quien tomó por esposa a la reina Rhea, sobre su felicidad pesaba una amenaza, a Cronos le habían predicho que sería destronado por uno de sus hijos y que este sería el dios soberano del mundo, fue entonces que decidió comerse a sus propios hijos. Se apoderaba de ellos, apenas nacidos y se los comía sin piedad alguna.

Un día nació el pequeño Zeus, jamás Rhea había tenido un hijo tan bello, acongojada por el destino que le esperaba al pequeño decidió salvarlo. Cogió una pesada piedra y la envolvió entre paños y meciéndola como si fuera un niño se la entrego a su esposo Cronos. Era la hora de la cena y Cronos tenía mucha hambre, tomó el envoltorio de manos de Rhea y en la penumbra de la noche se tragó la piedra y los paños.

Rhea tomó a su hijo y huyó con él, protegida por las sombras de la noche. Llegó a la isla de Creta donde ya había pensado refugiarse, ya que sus habitantes sentían hacia ella una gran veneración.

Caminó hasta el centro de la isla y un espeso bosque se internó en una gruta profunda, sus paredes estaban cubiertas de fresca hiedra.

-- Querida hiedra—suplicó la diosa

-- Extiende tus ramas y oculta la entrada—la hiedra empezó a crecer hasta ocultar la entrada de la cueva.

Rhea llamó después a las ninfas del bosque y les confió a su hijo – cuiden de él – les recomendó, besó la cabeza del niño y se marchó.

Las ninfas le prepararon una cuna de oro y acostaron al niño, después llamaron a Amaltea, que era una cabra blanca, para que lo amamantara. Las abejas destilaron una dulce miel para el recién nacido, las palomas le llevaron en su pico la ambrosía, el alimento de los inmortales y un águila de alas inmensas, era la portadora del néctar, la bebida de los dioses.

Una de las ninfas, le fabricó al niño una pelota de oro, que al lanzarla al aire brillaba. Cuando Zeus lloraba o gritaba, llamaban a los sacerdotes, los "coribantes", que danzaban a la entrada de la cueva golpeando sus espadas contra sus grandes escudos de cobre, este ruido hacía que Cronos no oyera los gritos del niño.

Así Zeus creció sano y fuerte, llegando a la edad adulta. Se hizo pasar por un sirviente y le administró a su padre Cronos un poderoso medicamento mezclándoselo en el vino, esto hizo que Cronos vomitara y así fue como los hermanos de Zeus salieron de nuevo al mundo, al igual que la piedra: Poseidón, Hades, Vesta, Hera y Démeter.

Se unieron los tres hermanos: Zeus, Poseidón y Hades contra su padre Cronos y los titanes. Zeus también llamó en su ayuda a los cíclopes, quienes tenían una fragua en el centro de la tierra, donde trabajaban los metales, custodiados por tres enormes gigantes. Si le ayudaban a derrotar a los titanes, al finalizar la guerra, los recompensarían librándolos de su prisión subterránea.

Aceptaron los cíclopes y los gigantes, se armaron y salieron a la superficie de la tierra. Los dos ejércitos enemigos lucharon furiosamente, mezclándose entre una tempestad de piedras, lanzas, flechas y saetas, saliendo vencedores los cíclopes.

Terminadas estas grandes guerras los tres hermanos se repartieron las diferentes regiones del Cosmos, a Hades le correspondió reinar en las entrañas de la tierra, dios de los funerales y la muerte. A poseidón, le correspondió reinar sobre el mar y todas sus criaturas y a Zeus el dominio del cielo. Desterraron a los titanes y establecieron su morada en la cima del Monte Olimpo.

El Olimpo es la montaña más alta de Grecia y está situada entre Macedonia y Tesalia, coronada por nubes, donde existe la eterna primavera, el aire es siempre tibia y la luz brilla con toda su pureza.

El alimento de estos dioses era la ambrosía y la bebida era el néctar. Este alimento y bebida recreaban los sentidos, embalsamaban los aires, daban la juventud y la dicha y aseguraban la inmortalidad.

Desde su trono de marfil, Zeus gobernaba, cuando algún suceso lo contrariaba, el dios montaba en cólera y una gran cantidad de nubes invadia el cielo, ocultando la cima del Olimpo, lanzaba sobre la tierra descargas de lluvia, relámpagos y sonoros truenos.

Disminuida la ira del dios el viento se calmaba y aparecía la ninfa Iris, mensajera divina, colocando en la bóveda del cielo su banda de siete colores: el arcoiris, anunciando así el buen tiempo.

Zeus manifestaba de esta manera a los hombres, su poder supremo y sabían que debían temer la cólera y los castigos del dios. En el Olimpo, donde vivían los demás dioses, la vida era tranquila y plácida. Por las mañanas, la Aurora, abría las puertas del palacio y una hermosa luz se difundía por el cielo.

Los dioses se levantaban e iban a reunirse al salón del trono, encontraban una mesa ricamente preparada donde comían la ambrosía y bebían el néctar. Hebe, la diosa de la juventud, ofrecía la bebida a los dioses y todos los que la tocaban con sus labios no envejecían.

Zeus construyó aquí el palacio real, y formó el consejo de los dioses y desde entonces se llamaron dioses olímpicos que estaban conformados por seis hombres y seis mujeres: Zeus, es el rey, controla el trueno y los fenómenos atmosféricos; Poseidón, que tenía el dominio del mar y sus criaturas era hermano de Zeus; Arés, dios de la guerra; Helios, dios del sol, la luz, la musica y las curaciones; Hermes, el mensajero; Hefestos, dios del fuego, el forjador de los metales; Hera, esposa de Zeus; Atenea, diosa de la sabiduría, hija de Zeus; Afrodita, diosa del recurso y la belleza; Démeter, diosa de la agricultura; Artemisa, diosa de los bosques y la caza; Hestía, dios del hogar doméstico y el fuego sagrado.

En otro palacio alejado del de Zeus, habitaban los ministros del Destino, llamados las Moiras que eran tres: Cloto, Laquesis y Atropos. Este palacio era de bronce y en sus muros, estaba grabado el destino de los hombres y el camino de los astros. Cloto era la Moira más joven y sostenía la rueca en que se hilaban los destinos humanos, Laquesis, la segunda volteaba el huso y Atropos, cortaba el hilo de la existencia con unas tijeras de oro. Tejían con hebras de lana blanca, mezcladas con hilos dorados y negros y así hilaban la vida de los hombres: Los hilos blancos y dorados indicaban días de felicidad y los negros señalaban una vida breve y de dolor. Cuando la vida llegaba a su fin, la hebra se cortaba y alguien moría en la tierra.

Otro ministro del destino, aún más poderoso que las Moiras, es la Necesidad, diosa absoluta, a la que el mismo Zeus obedecía, esta diosa tiene un huso de diamante, una de sus puntas toca el suelo y la otra se pierde en el cielo. Los griegos la llamaron Ananké.

Un día Zeus, pensó que una esposa podría alegrar su vida en el gran palacio. Descendió a la tierra donde vivía una hermosa diosa llamada Hera, para enamorarla recurrió a su acostumbrado recurso de la metamorfosis, desató una tormenta y se convirtió en una especie de ave parecida a la tórtola refugiándose a los pies de Hera. Compadecida la diosa del pobre animal, lo recogió y lo puso en su pecho para darle calor, pero Zeus le pidió que fuera su esposa.

Se celebraron las solemnes bodas, asistiendo todos los dioses hombres y animales, Hermes sirvió de mensajero para citar a tan importante fiesta. Así la bella Hera se convirtió en la reina del Olimpo.

Zeus y Hera procrearon varios hijos, el ingenio de Zeus y el poder de este de cambiar su apariencia lograron poblar la tierra y el cielo de dioses y semi-dioses.

LORD BYRON


En un álbum

Sobre la fría losa de una tumba
un nombre retiene la mirada de los que pasan,
de igual modo, cuando mires esta página,
pueda el mío atraer tus ojos y tu pensamiento.

Y cada vez cada vez que acudas a leer este nombre,
piensa en mí como se piensa en los muertos;
e imagina que mi corazón está aquí,
inhumado e intacto.

acuerdate de mi (LORD BYRON)


Acuérdate de mí

Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede aniquilar.

¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.

UN SUEÑO


Un sueño

¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueno.

Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?


El cuervo

I
En una noche pavorosa, inquieto
releía un vetusto mamotreto
cuando creí escuchar
un extraño ruido, de repente
como si alguien tocase suavemente
a mi puerta: «Visita impertinente
es, dije y nada más » .

II
¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno
e impaciente medía el tiempo eterno
cansado de buscar
en los libros la calma bienhechora
al dolor de mi muerta Leonora
que habita con los ángeles ahora
¡para siempre jamás!

III
Sentí el sedeño y crujidor y elástico
rozar de las cortinas, un fantástico
terror, como jamás
sentido había y quise aquel ruido
explicando, mi espíritu oprimido
calmar por fin: «Un viajero perdido
es, dije y nada más ».

IV
Ya sintiendo más calma: «Caballero
exclamé, o dama, suplicaros quiero
os sirváis excusar
mas mi atención no estaba bien despierta
y fue vuestra llamada tan incierta...»
Abrí entonces de par en par la puerta:
tinieblas nada más.

V
Miro al espacio, exploro la tiniebla
y siento entonces que mi mente puebla
turba de ideas cual
ningún otro mortal las tuvo antes
y escucho con oídos anhelantes
«Leonora » unas voces susurrantes
murmurar nada más.

VI
Vuelvo a mi estancia con pavor secreto
y a escuchar torno pálido e inquieto
más fuerte golpear;
«algo, me digo, toca en mi ventana,
comprender quiero la señal arcana
y calmar esta angustia sobrehumana »:
¡el viento y nada más!

VII
Y la ventana abrí: revolcando
vi entonces un cuervo venerando
como ave de otra edad;
sin mayor ceremonia entró en mis salas
con gesto señorial y negras alas
y sobre un busto, en el dintel, de Palas
posóse y nada más.

VIII
Miro al pájaro negro, sonriente
ante su grave y serio continente
y le comienzo a hablar,
no sin un dejo de intención irónica:
«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,
¿cuál es tu nombre en la región plutónica? »
Dijo el cuervo: «Jamás ».

IX
En este caso al par grotesco y raro
maravilléme al escuchar tan claro
tal nombre pronunciar
y debo confesar que sentí susto
pues ante nadie, creo, tuvo el gusto
de un cuervo ver, posado sobre un busto
con tal nombre: «Jamás ».

X
Cual si hubiese vertido en ese acento
el alma, calló el ave y ni un momento
las plumas movió ya,
«otros de mí han huido y se me alcanza
que él partirá mañana sin tardanza
como me ha abandonado la esperanza »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XI
Una respuesta al escuchar tan neta
me dije, no sin inquietud secreta,
«Es esto nada más.
Cuanto aprendió de un amo infortunado,
a quien tenaz ha perseguido el hado
y por solo estribillo ha conservado
¡ese jamás, jamás! »

XII
Rodé mi asiento hasta quedar enfrente
de la puerta, del busto y del vidente
cuervo y entonces ya
reclinado en la blanda sedería
en ensueños fantásticos me hundía,
pensando siempre que decir querría
aquel jamás, jamás.

XIII
Largo tiempo quedéme así en reposo
aquel extraño pájaro ominoso
mirando sin cesar,
ocupaba el diván de terciopelo
do juntos nos sentamos y en mi duelo
pensaba que Ella, nunca en este suelo
lo ocuparía más.

XIV
Entonces parecióme el aire denso
con el aroma de quemado incienso
de un invisible altar;
y escucho voces repetir fervientes:
«Olvida a Leonor, bebe el nepenthes
bebe el olvido en sus letales fuentes »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XV
«Profeta, dije, augur de otras edades
que arrojaron las negras tempestades
aquí para mi mal,
huésped de esta morada de tristura,
dí, fosco engendro de la noche oscura,
si un bálsamo habrá al fin a mi amargura »:
dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XVI
«Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo
por Dios, por mí, por mi dolor acerbo,
por tu poder fatal
dime si alguna vez a Leonora
volveré a ver en la eternal aurora
donde feliz con los querubes mora »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XVII
«Sea tal palabra la postrera
retorna a la plutónica rivera,»
grité: «¡No vuelvas más,
no dejes ni una huella, ni una pluma
y mi espíritu envuelto en densa bruma
libra por fin el peso que le abruma! »
dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XVIII
Y el cuervo inmóvil, fúnebre y adusto
sigue siempre de Palas sobre el busto
y bajo mi fanal,
proyecta mancha lúgubre en la alfombra
y su mirada de demonio asombra...
¡Ay! ¿Mi alma enlutada de su sombra
se librará? ¡Jamás!

A ELENA (EgarAllan Poe)


A Elena

Te vi a punto.
Era una noche de julio,
noche tibia y perfumada,
noche diáfana...

De la luna plena límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido
gráciles velos de plata.

Ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban
en el parque...

Evaporaban las rosas
los perfumes de sus almas
para que los recogieras
en aquella noche mágica;
para que tú los gozases
su último aliento exhalaban
como en una muerte dulce,
como en una muerte lánguida,
y era una selva encantada,
y era una noche divina
llena de místicos sueños
y claridades fantásticas.

Toda de blanco vestida,
toda blanca,
sobre un ramo de violetas
reclinada
te veía
y a las rosas moribundas
y a ti, una luz tenue y diáfana
muy suavemente
alumbraba,
luz de perla diluida
en un éter de suspiros
y de evaporadas lágrimas.

¿Qué hado extraño
(¿fue ventura? ¿fue desgracia?)
me condujo aquella noche
hasta el parque de las rosas
que exhalaban
los suspiros perfumados
de sus almas?

Ni una hoja
susurraba;
no se oía
una pisada;
todo mudo,
todo en sueños,
menos tú y yo
-¡cuál me agito
al unir las dos palabras! --
menos tú y yo...De repente
todo cambia.
¡Oh, el parque de los misterios!
¡Oh, la región encantada!

Todo, todo,
todo cambia.
De la luna la luz límpida
la luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
Menos tú y yo, todo huye,
todo muere,
todo pasa...
Todo se apaga y extingue
menos tus hondas miradas.

¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
Y sólo veo entre sombras
aquellos ojos brillantes,
¡oh mi amada! Todo, todo,
todo cambia.

De la luna la luz límpida
la luz de perla se apaga.
El perfume de las rosas
muere en las dormidas auras.
Los senderos se oscurecen.
Expiran las violas castas.
Menos tú y yo, todo huye,
todo muere,
todo pasa...

Todo se apaga y extingue
menos tus hondas miradas.
¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
Y sólo veo entre sombras
aquellos ojos brillantes,
¡oh mi amada!

¿Qué tristezas irreales,
qué tristezas extrahumanas!
La luz tibia de esos ojos
leyendas de amor relata.
¡Qué misteriosos dolores,
qué sublimes esperanzas,
qué mudas renunciaciones
expresan aquellos ojos
que en la sombra
fijan en mí su mirada!

Noche oscura. Ya Diana
entre turbios nubarrones,
lentamente,
hundió la faz plateada,
y tú sola
en medio de la avenida,
te deslizas
irreal, mística y blanca,
te deslizas y te alejas incorpórea
cual fantasma...
Sólo flotan tus miradas.
¡Sólo tus ojos perennes,
tus ojos de honda mirada
fijos quedan en mi alma!

A través de los espacios y los tiempos,
marcan,
marcan mi sendero
y no me dejan
cual me dejó la esperanza...
Van siguiéndome, siguiéndome
como dos estrellas cándidas;
cual fijas estrellas dobles
en los cielos apareadas
en la noche solitaria.

Ellos solos purifican
mi alma toda con sus rayos
y mi corazón abrasan,
y me prosterno ante ellos
con adoración extática,
y en el día
no se ocultan
cual se ocultó mi esperanza.

De todas partes me siguen
mirándome fijamente
con sus místicas miradas....
Misteriosas, divinales
me persiguen sus miradas
como dos estrellas fijas...
como dos estrellas tristes,
¡como dos estrellas blancas!